Algunos policías se comunicaban vía celular pidiendo que se sepa “su verdad”. Según estas versiones, ellos eran los que se encontraban rodeados. Tomó cuerpo la información de que el Presidente estaba “secuestrado” y se instaló la sensación de caos como en aquellos aciagos días del año 2000.
En la televisión oficial empezó un desfile de personajes brindando al apoyo al Presidente. El “canal oficial”, es decir el poder, denunciaba ataques a la “libertad de expresión”. ¡Increíble! Quien ejerce el control de los medios se colocaba en el plano de víctima. Lo extraño de la situación es que continuó en aumento. El Ministro de Telecomunicaciones felicitaba al canal oficial por la calidad de su trabajo. Otro Ministro se presentó como ciudadano para darnos lecciones de democracia. Finalmente un grupo de personas ingresó a la fuerza a las instalaciones del canal público y la posta pasó a otro canal estatal. No voy a quitar un ápice de responsabilidad a los policías que se excedieron, pero vendrá el tiempo de las evaluaciones completas e imparciales y deberá considerarse la responsabilidad del Presidente, quien se colocó en la mitad de un grupo de personas enardecidas.
¿Estaba tan seguro de su poder que bastaba su presencia para acabar una protesta?
Al final del día tenemos un “héroe” de la democracia. Los funcionarios y asambleístas del sector oficialista nos daban lecciones de pluralismo y diálogo. No me había dado cuenta hasta hoy: vivo en el régimen más democrático del hemisferio. El 30-09 acabó y un torpe reclamo –justo o no- pasó de ser una agresión a una conspiración, y finalmente, resultó –de acuerdo al oficialismo y las agencias internacionales–un intento de golpe. Muchos quisieron pescar a río revuelto, pero parece que hay sólo un “ganador”.
fsimon@lahora.com.ec
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