No sabemos administrar los triunfos ni mucho menos el poder. Nos hace falta una cultura democrática de alternabilidad, de relevos, de renovación de liderazgos, en todos los espacios y campos. ¡Qué frustrante resulta ver al Ecuador ahogar sus propios éxitos y potencialidades en el personalismo del poder! Se da en los partidos, en las universidades, en los equipos de fútbol, en las empresas y, ahora, en la Federación Ecuatoriana de Fútbol. Luis Chiriboga fue reelecto la semana pasada para un cuarto período como presidente de la FEF, con lo cual completará en ese cargo 16 años. ¡16 años!
¿Cómo se sostiene ese juego microfísico del poder alrededor de las personas y en desmedro de las instituciones y su renovación? Al menos requiere de una vocación enorme de poder en las personas y una gran ambición para conservarlo bajo el convencimiento de ser imprescindibles. Opera sobre cierto exclusivismo que consagra la idea de que nadie puede remplazarme o hacer las cosas mejor que yo. Todos quieren ser reelectos, y si fuera de manera indefinida, mucho mejor. Eternizarse en el poder, en las presidencias, para gozar de privilegios aunque siempre se hable de sacrificios personales.Con esta práctica tan extendida, se echan por la borda las conquistas y lo logros alcanzados, se deja de crecer, se cae en la rutina burocrática, en la pérdida de renovación e imaginación. Chiriboga fue reelecto presidente por unanimidad. El hecho muestra de qué manera se trata de una práctica que goza de una buena salud social. Todos terminan convencidos de que ciertas personas son insustituibles. De ese modo, los momentos de triunfo y éxito que todo el país premió y reconoció, que nos ofrecieron a través del fútbol un espejo en el que mirarnos de otra manera, reconocernos en muchas de nuestras potencialidades después de décadas de fracasos, que nos permitieron valorar los enormes atributos de los afroecuatorianos, de vivir emociones tan grandes como las del mundial de Alemania; todo esos momentos terminan enredados, enturbiados, opacados por el juego perverso del poder personalizado. Chiriboga quiere hacer de esos recuerdos y emociones del Ecuador la base de un poder que se perenniza.
Entendemos muy mal la continuidad. Se cree que la continuidad está garantizada por la persona y no por procesos en los que la renovación y la actualización son elementos suyos. Una sociedad feudalizada, eso somos; cada quien en su rincón, en su espacio, en sus pocos metros cuadrados, en sus fantasías de poder microscópico. Desde allí, cada quien se contempla a sí mismo para alabarse y engrandecerse. Sociedad personalista que destruye procesos e instituciones. A esos reyezuelos hay que rendir pleitesía, porque les gusta el homenaje y el halago. Élites que no se renuevan, que se cosifican, dirigencias que terminan convenciéndose que después de ellas viene el diluvio.
No se trata de sostener que el señor Chiriboga ha fracasado y por lo tanto debe irse. Se defiende un principio de renovación de los liderazgos para evitar que los éxitos colectivos del pasado terminen ahogados en las vanidades personales.
Fuente: Ecuador en Vivo
Por Felipe Burbano Lara
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